La tragedia más cruel que se pueda imaginar ha acaecido en Getafe tiñendo de luto la tarde de este veinte de marzo, inicio de una fría y atroz primavera. Un vecino de Getafe, de 46 años, se ha suicidado esta tarde arrojándose a las vías del tren tras matar a sus dos hijos, un niño de 13 y una niña de ocho años, y provocar un incendio en su vivienda, un piso bajo de la plaza de Benjamín Palencia, un espacio de reciente construcción situado entre las calle Cónsul, Verónica y Pasión. La madre de los pequeños, profesora de un conocido colegio de Getafe, tuvo que ser asistida de una graves crisis de ansiedad por los servicios del 112 siendo trasladada al Hospital Universitario.
Un vecino alertó a los servicios de Emergencias del 112 a las ocho y cuarto de la tarde de hoy de un incendio en un piso bajo del número ocho de la mencionada plaza de Benjamín Palencia. El vecino alertaba de la ingente cantidad de humo que salía de la vivienda. Al lugar del siniestro se desplazaron tres dotaciones de los Bomberos de la Comunidad de Madrid que se encontraron con la puerta cerrada. La propietaria de la vivienda facilitó las llaves para abrir la vivienda y los bombero se enfrentaron a un fuego con pocas llamas y que redujeron en minutos.
Cuando los Bomberos entraron en la habitación del matrimonio, se encontraron de golpe con la tragedia: los cuerpos de un chico de 13 años y una chica de ocho estaban calcinados sobre la cama. Los facultativos de la UVI móvil del Servicio de Urgencias Médicas de la Comunidad de Madrid solo pudieron certificar la muerte de ambos. La madre de los niños tuvo que ser atendida por el mismo servicio médico por una fuerte crisis de ansiedad teniendo que se ser trasladada al Hospital de Getafe.
Suicidio en la estación de Getafe Industrial
El drama estaba incompleto. A los pocos minutos se recibía el aviso de que un hombre se había arrojado a las vías del tren en la estación de Getafe Industrial muriendo en el acto a causa de las numerosas contusiones y amputaciones. Cuando la policía comprobó la identidad del suicida constataron que residía en la misma vivienda en la que se había registrado el incendio. Instantes después, la policía confirmó que se trataba del padre de los dos menores fallecidos. La policía comprobó que portaba la documentación de los pequeños y una nota de suicidio en la que justificaba su acción «para que no sufrieran». ¿Y por qué —cabría preguntarse— el doble parricida no empezó por suicidarse? El mundo se hubiera acabado igual para él, pero sin la losa y estigma que le acompañará toda la eternidad. Un final sin causar un estrago tan descomunal con sus propios hijos, sin dejar una estela indeleble de muerte. Quizás sea la locura.
Las primeras informaciones apuntaban a que el presunto homicida habría originado el incendio en el domicilio y luego, tras comprobar que los niños habían fallecido, habría echado las llaves para entorpecer el acceso.
La autopsia realizada a los cuerpos ha revelado que los pequeños ya estaban muertos cuando se originó el incendio, al encontrarse restos de agua en sus pulmones pero ninguna sustancia relacionada con el fuego. Los investigadores han deducido que los ahogó en la bañera, los colocó en la cama de matrimonio y prendió fuego.
La madre de los niños no se encontraba en el domicilio cuando su marido prendió el fuego. Ella es profesora de idiomas en el colegio de los PP Escolapios.
El hijo mayor padecía parálisis cerebral y acudía regularmente a la asociación Dedines (Defensa del niño Discapacitado con Necesidades Especiales).