♦ Cuando se acercan unas elecciones, me viene siempre a la memoria aquel refrán “Estas son lentejas. Si quieres, las comes y, si no, las dejas”. Resulta que te gustaría votar a un político concreto, pero, al mismo tiempo, tienes que cargar con todo su paquete o equipo, que no te gusta. O puede suceder que no te guste ninguno de los partidos que se presentan a las elecciones. ¿También en este caso estás obligado en conciencia a votar? Incluso en el restaurante más sencillo, tienes la posibilidad de elegir entre varios platos del menú, además de la carta. Pues en las citas electorales, ni siquiera tienes esta posibilidad. “Esto es lo que hay, y si no te gusta, te aguantas”. En este caso, la reacción de muchos ciudadanos es: “como no hay nadie que me guste, pues no voto”.
No es mi intención desanimar a nadie, aunque tengo que confesar que en el momento presente me cuesta convencer a alguien de la utilidad de su voto.
Los próximos días, los partidos políticos nos van a bombardear recordándonos la gran responsabilidad que tenemos de acudir a las urnas, cuando deberíamos ser los ciudadanos los que les recordáramos a los políticos que se ocupen de los problemas que preocupan a los ciudadanos, que se tomen muy en serio las promesas que nos hacen durante las campañas electorales, que no traten de engañarnos, porque deberíamos poderles llevar ante los tribunales si no cumplen con sus promesas, que la responsabilidad es de ellos, porque son ellos los causantes del mal. No conviene que confundamos los papeles ni las responsabilidades. En este juego de la vida político-social las reglas las dictan y las imponen los políticos. Al ciudadano no le queda otra posibilidad que cumplirlas, y, si no las cumple, o paga con su dinero o con su libertad. Pero si las reglas son malas, insuficientes o inútiles, como la cruda realidad nos lo está demostrando, o si los políticos no cumplen con sus promesas, no hay forma de hacerles pagar su incumplimiento.
Acaba de publicarse un estudio comparativo de los partidos políticos españoles con los partidos de Alemania y de Gran Bretaña. Pues bien, según este estudio ninguno de los partidos españoles alcanza el nivel democrático de los partidos políticos de estos dos países. Pero lo más curioso es que de todos los partidos presentes en el Congreso y en las cámaras autonómicas solamente hay dos que tienen un aprobado ramplón. Todos los demás suspenden, sí suspenden, aunque se nos presenten como los salvadores de la democracia española. Y suspenden por su falta de democracia interna y por la opacidad en sus cuentas y en la toma de decisiones.
¿Podemos tener una auténtica sociedad democrática, cuando todos los grandes partidos políticos suspenden en democracia? No, no hace falta recurrir a la corrupción, por mucho peso que pueda tener este punto en la desmotivación de los ciudadanos frente a las elecciones. Hay otras razones tanto o más importantes pero de las que no les gusta hablar a los políticos porque los afecta a ellos directamente. La corrupción, con ser un argumento muy serio, no es la manta con la que se puedan cubrir todas las demás miserias de que adolecen los partidos políticos.
A modo de resumen, voy a enumerar algunas de las razones por las que los ciudadanos se alejan de las urnas:
1) Imposibilidad de elegir directamente a sus representantes (al menos a parte de ellos), y tener que elegir a los que les proponen los partidos
2) La poca calidad democrática de los partidos políticos españoles. Existe una actitud farisaica al respecto. No te puedes inscribir como partido político, si no tienes unos estatutos democráticamente impecables, pero después no hay el más mínimo control de la democracia interna de los partidos políticos. Según la propia ley de partidos, la mayoría de los partidos políticos españoles tendrían que estar prohibidos por antidemocráticos.
3) Aunque sean los ciudadanos los que eligen a sus representantes, después éstos pasan a ser en realidad representantes de los partidos y no de los ciudadanos.
4) Los políticos no se acercan al ciudadano más que en período de elecciones.
5) Los políticos dedican a veces más tiempo a la televisión que al parlamento.
6) El despilfarro (dietas abusivas, viajes, taxis, privilegios…) de que hacen gala muchos políticos, mientras están imponiendo recortes y restricciones abusivas a los ciudadanos.
7) Las grandes dificultades que expresamente han impuesto los partidos políticos a través de las leyes electorales, para que puedan presentarse los pequeños partidos y haya una mayor elección o para una participación directa de los ciudadanos en la política.
8) La corrupción generalizada de unos partidos y la opacidad en las cuentas de todos los partidos políticos.
Me gustaría votar y me gustaría que nadie se quedara en casa y también que nadie fuera a votar sólo por miedo, pero previamente sería necesario que los políticos se preguntaran sinceramente si no son ellos mismos los responsables de la abstención de los ciudadanos. Y, sobre todo, los partidos tendrían que dejarnos un mínimo de libertad para elegir a quien nos parezca bien, y no a quienes ellos nos impongan.
Félix de la Fuente Pascual, ES Secretario de Acción Política de Ciudadanos Libres Unidos