EL FRANCOTIRADOR NERVIOSO

Quizás no estábamos tan preparados

La moraleja de la fábula de la cigarra y la hormiga nos dice que debemos dividir nuestro tiempo para todo, dedicar un tiempo a divertirnos, otro a trabajar, y que no nos debemos confiar siempre en que todo nos va a ir bien, ya que hay épocas buenas y malas. Debemos ser previsores para garantizar un futuro mejor. Pues quizás esto ha ocurrido, quizás nos ha vuelto a “pillar el toro” y no hemos sabido ser competitivos, apostar por avanzar. Realmente era inimaginable que se pudiera dar en Europa una pandemia así, era improbable que se tuviera que estar confinado tanto tiempo, pero realmente no habíamos arriesgado con anterioridad a la crisis del COVID por establecer medidas reales en favor de la innovación, tampoco por crecer en la implantación e inversión de tecnologías, ni por la digitalización. Si esto se hubiera hecho posiblemente hubiéramos actuado con más rapidez. Hemos continuado sin un plan estratégico a nivel nacional que rebajase el peso del sector servicios en nuestro PIB, simplemente cuando iban bien las cosas hemos aprovechado para rentabilizar inversiones y aumentar márgenes de beneficios, sin esforzarnos en implantar nuevos sistemas de trabajo que nos hicieran más competentes y mejores de cara al futuro. Esto lo pagaremos económicamente. Sistemas donde verdaderamente se apostase por el medio ambiente, por la conciliación y por la tecnología como elemento diferenciador que haga más productivo el entorno, aunque menos rentable a corto plazo.

Puestos de trabajo que antes de la crisis eran considerados por muchos de segunda o tercera categoría, trabajos en los que la cualificación, profesionalización o las condiciones eran poco valoradas y reconocidas han resultado ser esenciales. Personal de limpieza o comercios, docentes, sanitarios y transportistas entre otros se han convertido por necesidad en esenciales. Sectores donde las inversiones han sido menores que los recortes.

Nos va a costar más adaptarnos a los nuevos entornos competitivos y sociales, también creo que la crisis del COVID-19 está haciendo más por la transformación tecnológica que ningún plan estratégico público o privado hasta la fecha. Nos encontramos ante la punta del Iceberg, en torno al 13 de marzo saltaron todas las alarmas, casi por sorpresa nos chocamos con la que puede ser la crisis más importante de los últimos 50 años. Primero en China, luego en Italia y de repente la teníamos encima, teníamos las herramientas tecnológicas, pero no las utilizábamos, esta nueva etapa pone muchas cosas de manifiesto, nos muestra como muchos estamentos (educativos, culturales, empresas…) se encontraban faltos de entornos digitales, la enseñanza online y el teletrabajo comienzan a aparecer por necesidad, todavía está por ver si esta necesidad acabará por quedarse, a pesar de las múltiples posibilidades y beneficios que han demostrado tener.

Se nos acaba el tiempo para poder aplicar políticas que reviertan esta obsolescencia, se acaba el plazo de modernización de estructuras y organigramas, de reducción de costes y aumento de eficiencia productiva, de estimulación de una economía tecnológica real basada en la innovación, en reducir emisiones y de, en definitiva, flexibilizar una estructura más conciliadora y responsable que nos haga competir contra los grandes.

Hemos improvisado, hemos “sudado” para programar contrarreloj equipos en remoto, para poner en funcionamiento al personal a teletrabajar de la noche a la mañana, servidores en la nube, reuniones virtuales y sin medios para ello en muchas organizaciones se están consiguiendo resultados bastante positivos. Hemos descubierto nuevas herramientas tecnológicas que en algunas empresas ya eran conocidas desde hace tiempo como por ejemplo la venta online a través de internet, ZOOM y otros avances tecnológicos vía Apps, dándonos cuenta de que existía otro modelo posible y no queríamos verlo. Otro modelo que era más conciliador con la vida familiar y con el medio ambiente. Dicen que la necesidad de incorporar la tecnología en todos los ámbitos de la vida se ha hecho latente ahora más que nunca. Ya veremos si a medida que pasa el tiempo, la automatización, la robótica, la inteligencia artificial, la realidad aumentada y virtual y la gestión de datos masivos, se convertirá en elemento indispensable por el momento aquellas empresas que ya tenían modelos similares serán las que compitan en los mercados con más fortaleza.

Pero espera, el problema no termina aquí, no se trata solo de invertir en tecnología, se debe hacer una verdadera estrategia de gestión al respecto. Descentralizando ciertos sectores, profesionalizando otros y apostando realmente por inversiones que nos lleven a ser más competitivos. Sirva de ejemplo como la robótica se aplicará para desinfectar hospitales con luz ultravioleta, para entregar alimentos y medicamentos o incluso para tomar y registrar la temperatura a los pacientes. Ahora más que nunca los drones empezarán a tener otro papel, podremos verlos transportando alimentos, desinfectantes, EPIS, medicamentos o incluso capturas térmicas aéreas para localizar puntos conflictivos. También vemos como la tecnología ligada al sector de las telecomunicaciones ha habilitado la gestión de datos masivos en abierto para poner en común el conocimiento global. El Coronavirus ha obligado a nuevas sinergias entre la tecnología y la medicina, reciclaje, transportes, el sistema educativo, organismos gubernamentales…

Ojalá que también esta crisis sirva para cambiar modelos sociales, medio ambientales, productivos o educativos y definitivamente se pueda cambiar el modo en que seremos capaces de superar otra epidemia similar en el futuro. De todo se aprende.

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