EL FRANCOTIRADOR NERVIOSO

Sobre civismo

El civismo, también conocido como civilidad, sociabilidad, educación, cortesía o urbanidad puede entenderse como las pautas mínimas de comportamiento social que nos permiten (como sociedad) convivir en colectividad, hoy escribo de civismo ya que alarman las constantes malas noticias que nos abordan diariamente haciendo referencia a la falta de este en nuestro entorno. Sin entrar en detalles, vemos diariamente como la mala educación es el detonante de muchos de los problemas que nos salpican, olas de contagios, homofobia, peleas, violencia de género, etc. Ya cansado de escuchar que las generaciones más jóvenes son las culpables o que cualquier tiempo pasado fue mejor, (algo que no tiene lógica alguna) quiero hacer una breve reflexión, tratando de clarificar que el problema no es generacional, se trata más bien de falta de conciencia, de poco civismo y sobre todo de fallos en la educación, pero no en la educación escolar, más bien en la educación familiar que es la realmente importante.

No creo que todos los miembros de la generación “Millennials” sean iguales, hay jóvenes que trabajan y estudian, que son responsables y ejemplares, que nada tienen que ver con algunas imágenes que salen en tv y que aportan grandes valores a la sociedad. Partamos de ello y dejemos de culpar a otros, nuestros políticos/as no tienen siempre la culpa, tampoco los maestros/as aunque para algunos es una fea costumbre el señalarles siempre con el dedo, igual que ocurre con la policía, somos los padres quienes debemos inculcar, “grabar a fuego” en la conciencia de nuestros hijos la importancia del respeto hacia los demás. La democracia, no es legislar duramente, ni estar prohibiendo constantemente, tampoco hay que ir con el látigo o con la mano dura que algunos reclaman, los radicalismos suponen una vuelta al pasado que no queremos porque está sobradamente demostrada que no es mejor, que nos corta libertades y progreso. Quizás sea momento de concienciarnos y de empezar a ser más tolerantes, y este momento debe empezar por aquellas personas que más influencia tienen sobre los jóvenes. Digo quizás porque yo no tengo la solución, sin embargo, no quiero entrar en esa guerra del «y tú más», no quiero juzgar cuándo funcionaba mejor la sociedad, o cuándo será más eficaz y justa la justicia, únicamente hacer un humilde llamamiento al respeto, a la urbanidad.

Sirva de ejemplo como desde los centros de enseñanza, el personal docente, organiza pequeñas votaciones por temas que no tienen demasiada relevancia, introduciendo poco a poco los valores de la democracia a los más jóvenes, pero que permiten poner en práctica la enseñanza inicial de la democracia entre estos. Un ejemplo de cómo los jóvenes aprenden a participar en el sistema social y a darse cuenta de lo que significa su voto, de que a veces pueden perder, pero que deben de felicitar a aquellos que ganan y arrimar el hombro, asumir la derrota o victoria con respeto. Este tipo de actividades han de ir acompasadas por la educación de los progenitores, ya que cuando un menor convive lejos de la democracia en sus propios hogares o vive de cerca situaciones violentas, difícilmente logrará entender el civismo fuera de él. De esta manera aceptará la convivencia y respeto hacia los demás.

Pienso que en lugar de afilar sus “palabras” los políticos, también deberían sumarse al cambio, se deberían centrar más en sus gestos, deberían mostrar a la sociedad como es posible trabajar juntos en determinados proyectos, como es posible respetarse, al fin y al cabo, ellos también son una importante influencia para la sociedad. Hay que debatir para tratar de solucionar cuestiones importantes, sin faltarse al respeto, sumando en favor de la sociedad, este es el fin último, ellos representan a todos y todas, aunque a veces se les olvida cuando gobiernan. Escribo para aportar, no para enjuiciar, para vomitar la rabia al ver los casos que se multiplican, las injusticias de un problema que nos afecta estrechamente. La buena o la mala educación no aparecen reflejadas en las estadísticas del INE, ni en los barómetros de CIS, sin embargo, es algo que más nos afecta a la convivencia social.

Por lo tanto, si entendemos el civismo como una serie de conceptos y valores que necesita conocer y llevar a cabo toda persona responsable, y que se debe inculcar con ejemplos a los menores, en la escuela, pero sobre todo en la familia. El civismo es una parte de nuestros derechos o deberes que tenemos como parte de la sociedad, poniendo algunos ejemplos que a mí me tocan de cerca, podemos ver el civismo en la educación ambiental, en el reciclaje, no consumiendo más agua de la necesaria, o electricidad, utilizando las papeleras, etc.

Debemos seguir contribuyendo a la formación de valores éticos, sumándose a ello las familias, los centros escolares, políticos/as y los medios de comunicación. Finalizo con una frase de la que para mí es un referente; “La ética o la moral deben de entenderse no sólo como la realización de unas cuantas acciones buenas, sino como la formación de un alma sensible” (El gobierno de las emociones) VICTORIA CAMPS / Catedrática de Ética.

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