Si eres afiliado o simpatizante de un partido político no vayas a ninguno de sus mítines. Si vas, será tan tonto como ir a vendimiar y llevar uvas de merienda.
♦ Antes, en tiempos de Franco, algunos teníamos un triple sueño: salir a la calle a manifestarnos sin que la policía a caballo se nos echara encima, votar en unas elecciones libres al partido político de tus preferencias y acudir a un mitin sin que a la salida no te metieran en la cárcel. El triple sueño en la actualidad a punto ha estado de cumplirse, es más, incluso podemos decir que se han cumplido pero de qué manera.
Si sales a la calle a protestar contra el Gobierno, lo tienes que hacer corriendo el riesgo de ser multado por la policía con tan solo intentar hacerle una fotografía con tu móvil a un agente con la porra en ristre, por lo menos no te echan los caballos encima. Le sale caro a uno decir a los cuatro vientos lo que piensa.
Votar en unas elecciones libres a tu partido político parece que hoy por hoy está garantizado, menos mal. Lo que pasa es que una mayoría de españoles está más que quemado con los políticos que nos han tocado en suerte o en desgracia. En esto, la culpa, la tenemos todos. Tenemos los políticos que nos merecemos, no lo olvidemos. No basta con criticarles, además no hay que votar a los que no se lo merecen.
El sueño de acudir a un mitin sin correr el riego de ser detenido es harina de otro costal. Si eres afiliado o simpatizante de un partido político, ahora que está a punto de iniciarse la campaña para las elecciones generales, no vayas a ningún mitin organizado por ese partido. Si vas, será tan tonto como ir a vendimiar y llevar uvas de merienda. ¿A qué vas? A jalear a unos líderes que dicen que tú, el afiliado, eres lo más importante, que sin ti el partido no tiene razón de ser, que todo lo que dicen y hacen ellos lo hacen para que se haga realidad una sociedad más justa, más libre, más prospera, más no sé qué.
A los mítines no se va a pensar, se va jalear, a levantar en alto unas banderas de plástico mientras te desgañitas puesto en pie gritando: ¡presidente, presidente!, a un señor que es posible que nunca llegue a serlo porque entre otras cosas no depende de ti ni del resto de los asistentes. En realidad todo depende de la voluntad mayoritaria de tus conciudadanos no de tus compañeros de partido, incluso, fíjate bien, aunque tengas más razón que un santo si es que los santos alguna vez tuvieron razón.
A los mítines no deberían ir los afiliados y los simpatizantes del partido que los organizan. No deberían dejarlos entrar al recinto. A los mítines deberían ir todos aquellos que piensan lo contrario, los que están en contra, aquellos que hay que convencer, hacerles ver que están equivocados en sus ideas de cómo poner en pie un programa de gobierno, el mejor para su país.
Si ya sabes lo que van a decir, ¿a qué vas? Ir a un mitin no es lo mismo que a ir a ver como juega tuequipo de futbol, porque también van los del contrario y con tus gritos, tus cantos y salidas de tono, puedes animar y ayudar a ganar al equipo de tus amores. Un mitin por el contrario es una pamplina, una puesta en escena de un drama en el que ni se gana, ni se pierde, ni se come, ni se bebe, no sirve para nada. Al final te vas a casa con los pies doloridos y la cabeza caliente y eso, ¿a quién le importa? A nadie.