Declaración de Germán Velásquez, asesor especial del Centro del Sur para las áreas de Salud y Desarrollo.
• El 80% de los fármacos sólo tratan, en vez de curar, para ser rentables para la industria.
♦ El filósofo y economista colombiano, Germán Velásquez, que recientemente ha sido investido como doctor ‘honoris causa’ por la universidad Complutense de Madrid ha declarado en una entrevista que “España fue «engañada» por la farmacéutica que distribuye el fármaco contra la Hepatitis C”. Germán Velásquez que estuvo trabajando durante más de veinte años en la Organización Mundial de la Salud (OMS), en la actualidad es asesor especial en el Centro del Sur, una organización con sede en Ginebra formada por cincuenta países en vías de desarrollo.La universidad le ha investido con esta distinción por ser «una de las voces más críticas frente al inmovilismo de los Gobiernos en cuanto al problema de acceso a medicamentos” y por denunciar “la pérdida de independencia y de credibilidad de los organismos internacionales”. Algo que vienen sufriendo en sus carnes los afectados por la hepatitis C y buena parte de otros muchos enfermos a los que se les niega unas medicinas que podrían curar sus males y salvar sus vidas.
Algunas de las declaraciones expresadas en la mencionada entrevista son las siguientes:
«Hoy en los países del sur mueren miles de personas por no tener acceso a la sanidad».
“El sistema actual consiste en investigar con fondos públicos o privados, patentarlo todo y vender los fármacos a un precio altísimo”.
“Históricamente, la industria farmacéutica, que es bastante joven, no tiene ni cien años, estaba formada por empresas familiares supervisadas por los gobiernos nacionales. Pero cuando se generaliza el sistema de patentes, la industria ya estaba concebida como un mecanismo con ánimo de lucro cuya filosofía es, en primer lugar, ganar dinero y, eventualmente, curar o tratar a algunas personas. Así, se desarrollaron unos monstruos gigantescos que hoy son transnacionales, es decir, que sobrepasan la nación no sólo en capitales y tamaño, sino en la capacidad de supervisión de los Estados”.
“La industria farmacéutica, como está constituida hoy en día, es enemiga de la salud pública. La industria farmacéutica logra unos beneficios —del orden del 20%— que no los tiene ni la industria financiera, del armamento o del automóvil. Como muchos medicamentos secuestrados bajo una patente durante veinte años, el fabricante pone el precio que quiere y, normalmente, no tiene nada que ver con el costo de producción”.
“El director general de Gilead, la firma que desarrolla el medicamento que cura la Hepatitis C y que se vende en EEUU por 82.000 dólares (el tratamiento de doce semanas) dijo en una entrevista que fijó el precio teniendo en cuenta que un trasplante de hígado cuesta casi 100.000 dólares”.
“Esto es un engaño. Cuando uno hace un negocio y gana el doble o el triple, puede decirse que es un buen negocio. Pero si algo que te cuesta menos de 200 euros —el costo del tratamiento de 12 semanas contra la Hepatitis C— lo vendes a 82.000 dólares en EEUU… eso no es un buen negocio, sino un fraude. Es la misma filosofía de un perfume: se vende a un precio terriblemente elevado y lo compra una minoría porque no hace falta que lo compre la mayor-ía de la población. Sería trágico para Dior que todo el mundo se perfumara con el mismo perfume”.
“Casi es igual de cínico lo que pasa con los medicamentos. Por otra parte, el gobierno de España, como cualquier otro miembro de la Organización Mundial del Comercio (OMC), tiene el derecho de retirar la patente del medicamento contra la Hepatitits C para que lo produzca cualquiera. Se llama licencia obligatoria, pero los Estados no lo hacen porque hay muchas presiones de las farmacéuticas y presiones directas del Gobierno de EEUU para que no se hagan licencias obligatorias a sus firmas privadas. De una manera política, se protegen los intereses de las firmas privadas”.
“Los Estados son culpables de haber tolerado este desorden. La industria está especulando con la vida de las personas y los organismos internacionales, como la OMS, son culpables de no fijar las reglas del juego”.