Hace ya un tiempo que conocí a Marisa Pinta. Y hace ya unos meses que me presentó su último proyecto literario, ya convertido en realidad, Detrás de la Verdad, de Bohodón Ediciones. Marisa cambiaba del género con el que yo le puse cara en televisión; el erótico. Es autora también de Juegos de Poder y de Juegos de Poder Olvidados. No en vano, regresaba al ámbito que más disfruta y en el que se siente más cómoda; la novela histórica. Recuerdo que antes de conocer los primeros detalles de la obra, lo primero que ya me capturó fue el título, precisamente una de las cosas más difíciles y, por tanto, importantes. Cómo no iba a cautivar a cualquier periodista que se precie algo que lleve por nombre, nada más y nada menos, que Detrás de la Verdad. Se supone, y creo firmemente que la mayoría así lo hacemos, es la labor de cualquier profesional de la información. Perseguir aquello que está oculto para desvelarlo. Y por ahí van los tiros con el último trabajo de Marisa Pinta.
Viajaremos en el tiempo. La autora nos traslada con su pluma a uno de los siglos más interesantes de nuestra historia: el XIX. Iremos a caballo entre lo real y lo novelado en una intrigante senda que pasea por los vericuetos de la realeza y linajes de la época. Todo ello, lo histórico, reflejado con cuidado y pulcro realismo, merced a la gran labor de la escritora.
Marisa siempre avisa que las primeras 70-80 páginas nos sirven para situarnos. Para ayudar a analizar el contexto. Para encontrarnos en las líneas que bebemos. Son más Historia.
A partir de ahí, con nombres ficticios, contaremos con personajes que fueron reales. En el germen de Detrás de la Verdad está en el abuelo de Marisa, persona que tenía vínculo con la realeza. Eso sí, Marisa le creyó toda vez que realizó la investigación. Se sucederán las intrigas y las luchas de poder internas en la nobleza. Veremos la importancia que ya poseían los matrimonios de la realeza, así como la llegada de un nuevo rey, Alfonso XII, o nacimientos ocultos, bastardos y las idas y venidas de los marquesados. Todo ello aderezado con las pasiones que provocan los amores y desamores, oportunamente llevados al papel por Marisa.
Y es que hay gente, como, quizás, algunos periodistas, que dedican toda su vida a ir detrás de la verdad. Y, quizás también, no vean su objetivo concluido. Sin embargo, en ocasiones, la descendencia es la que continúa y cierra la meta que un día se fijó. Por eso, Marisa no duda en decir que esta novela va por quienes no consiguieron desvelar la verdad. Y va, de igual forma, por él. Por su abuelo.
En un escenario de tal composición se antoja desaconsejable una reseña más pormenorizada del relato de los hechos. Y es que lo más conveniente es bucear por uno mismo en este mar de Historia y sentimientos, buena síntesis de lo que nos ofrece Marisa, donde la verdad superará cualquier fragmento novelado.
No por la atmósfera en que se mueve el libro, hemos de pensar en que sus letras nos serán difíciles. La autora nos ofrece, por el contrario, un estilo aseado, directo y sencillo, que no simple. Ello permite enganchar una página tras otra y no parar hasta el final con el fin de acompañar a los personajes hacia esa verdad.
Una buena autora, lleva dentro una mejor persona. Es el caso de Marisa y lejos de halagar por halagar, escribo estas líneas desde la misma sinceridad con la que me dirigí por vez primera a ella en el plató de televisión donde la entrevisté. Nos lo recuerda la autora, “la nobleza no es un título, se lleva en el corazón”. Con mis mejores deseos para este libro y los que estén por venir.