♦ Lo imprevisible como parte inherente de la vida. Es el juego que debemos aceptar. Para bien o para mal. Lo imprevisible con sus cosas buenas o con sus cosas malas. Un día celebrando un buen motivo y al siguiente al borde de la desaparición. Eran sabios los clásicos cuando, a través de sus huellas históricas, nos aconsejan vivir el momento, Carpe diem. Más o menos es el caso que ocupa esta carta. El pasado 2 de junio estábamos festejando que el IES Gabriel García Márquez de Leganés alcanzaba su esplendor plateado. 25 años de vida que dan para ser de sobra conocido en la ciudad. Y uso el plural porque en aquella fiesta participaron estudiantes, profesores, personal no docente, autoridades varias y también estuvimos antiguos alumnos. Una tarde-noche estupenda con una gran ilusión y una melodía de piano de fondo (pellizcada por una de las mejores pianistas de Leganés) que daba todas las alas del mundo a la emoción del justo reencuentro. El afecto entre (actuales y antiguos) alumnos, profesores o personal del instituto fue el mejor homenaje al cuarto de siglo que puebla la osamenta de estos muros que llevan por nombre a un gran maestro de las letras. Sin duda, son momentos en los que el Carpe diem cobra más sentido que nunca.
No ha vencido ni un año de aquel brindis por la salud del instituto cuando nos enteramos de que hoy está muy malito. Al borde de la desaparición. Una fusión planea sobre su cielo y oscurece su futuro. Lo imprevisible de la vida.
Quien escribe esto tiene raíces fuertes y profundas como alumno que pasó seis años ahí dentro. Dentro y fuera, porque las huellas no entienden de paredes. No se acabó la relación al terminar 2º de Bachillerato, hace poco más de un lustro. Ese vínculo es sempiterno. Metros de instituto que son el cóctel perfecto que beber en la adolescencia. Recuerdos que son pronombres. Vivencias que albergan horas y horas de felicidad. Reminiscencias de clases, excursiones, viajes, tiempos compartidos, amistad eterna, amores y desamores. Una historia que escriben en la Historia del instituto los miles y miles de alumnos, los cientos de profesores, el personal no docente y todos aquellos que han formado, forman y formarán parte.
Podría resultar subjetivo, pero precisamente por eso es un artículo de opinión. No podría resumir las emociones que me produce este lugar ni tampoco seleccionar algunas de las virtudes del equipo humano que ha dejado un poso tan perenne en todos nosotros.
Así de claro: no quiero que se muera nuestro instituto. No quiero pensar que estamos ante una “crónica de una muerte anunciada”. Quiero pensar que seguirá. Quiero pensar que aunque esté malito tiene una tremenda vitamina que es la reivindicación y lucha de profesores (algunos hoy amigos de los que somos antiguos estudiantes), sindicato, AMPA, alumnos… No le permitirán morir.
Siempre me he sentido tremendamente orgulloso del camino que seguía nuestro instituto en líneas generales. Pero, si algo debe hacer que sintamos verdadera satisfacción es su proyecto preferente TEA (trastornos del espectro autista). No puede desaparecer esto con la fusión.
El día 2 de junio recuerdo que como autoridad se apuntó a la fiesta la entonces concejala de Educación y hoy en la Oposición, Verónica Moro (PP). En su preparado y nada sentido discurso, profirió bonitas palabras y parabienes al público. Hace unas fechas, en el Pleno ordinario de abril, ella misma defendía esta fusión. Una prueba más del teatro que supone la política. El PP, único partido que apoya el fallecimiento del instituto. El PP de la Púnica, Gürtel, de las dimisiones “in eligendo”, el primer partido imputado de la democracia, quiere ahorrar. Ahorrar a base de recortar derechos en la Educación, no de las “partidas” para la corrupción. Esa es la muerte que pretenden dar. La Comunidad de Madrid debería sonrojarse y la DAT-Sur posicionarse en pos del futuro por separado del García Márquez y Pedro Duque, el otro centro afectado.
¿Quiénes son para liquidar un millón de historias? ¿Quiénes son para brindar por los 25 años y después apoyar su entierro? No aspiro a conmover a los políticos porque sé que lo único que los conmueve es, precisamente, la propia política.
Es de vergüenza la justificación de ahorro, a costa de nosotros, con todos y cada uno de los dispendios que ellos hacen.
Dicen que esta fusión ya venía de lejos como antiguo sueño por parte de algunos políticos. Reitero y confío en que no se trate de una crónica de una muerte anunciada.
Estoy seguro de que las vitaminas que están luchando contra estos anticuerpos y promercantilizadores educativos vencerán. No hay que olvidar. Yo no olvido que el instituto forma parte de mi vida. Que el grupo humano de profesores y trabajadores nos dio todo por tener valores, en un primer plano, y también por tener recorrido académico. En cierto modo, el escribir este texto no es sino la causalidad de tan buenos docentes.
Dijo, entre otras tantas frases para el recuerdo, García Márquez que “no hay que llorar porque terminó sino sonreír porque sucedió”. Es momento de permitirse una pequeña licencia con el escritor y variar la intención de la frase para la ocasión. Hoy queremos seguir sonriendo porque continúe sucediendo. Queremos sonreír porque dentro de otros 25 serán 50 años los que celebraremos. No me imagino vacío y desafectado al instituto. No lo visualizo en tierra de nadie y siendo una invitación al vandalismo. Sé que no se permitirá. Lo imprevisible de la vida. Antes celebración, ahora lucha para que siga habiendo más historias por las que disfrutar. En las buenas y en las malas por la otra familia que también dio/da/dará todo.
No es una crónica de una muerte anunciada, es una batalla más en su gloriosa Historia. Yo también digo NO a la fusión. Yo también brindo por más festejos con pianos de fondo. Larga vida al IES Gabriel García Márquez.