Han pasado dos semanas desde la designación de Almeida y de Díaz Ayuso como candidatos del Partido Popular a la alcaldía de Madrid y a la presidencia de la Comunidad. Y nada más ha salido a relucir de las intenciones de los responsables regionales y del dedo divino que designa candidatos al resto de las alcaldías. Todos los partidos, salvo el PSOE que ya pasó la cuarentena de su mudanza al ‘sanchismo’, están inmersos en procesos virulentos a solo cuatro meses para las elecciones municipales.
El PP, a pesar del reciente éxito al ‘ocupar’ la Junta de Andalucía, está en plena metamorfosis ideológica intentando ajustar y redefinir el nuevo proyecto, encajonado entre el liberalismo y la extrema derecha; Ciudadanos, en menor medida, haciendo difíciles equilibrios en el centro político y prometiendo abrir su abanico a izquierda y derecha, recalca que sin llegar hasta los bordes del espectro ideológico; Podemos también libra una cruenta batalla por [los sillones] el liderazgo de la extrema izquierda, entre el estalinismo como purgante para la verdad universal y el trotskismo de ‘pies para qué os quiero’, entre el marxismo tradicional y los nuevos ejes definidos por la ideología de género y el ecologismo de nuevos ricos, entre el hogar de los indignados y el casoplón de los que se han adaptado fácilmente a la casta superior. Y, en el lado contrario, simétrico en su distorsión autoritaria, Vox, una facción ahora henchida de júbilo y que crece desmesuradamente con el descontento de los votantes del PP, Ciudadanos, PSOE y hasta con Podemos. Los indignados no saben a dónde acudir.
En las calles de Getafe o Leganés se palpa un silencio engañoso, una falsa tranquilidad que no impide que se perciba el desasosiego y la intranquilidad ante la próxima cita electoral. El PP se lo está tomando con una paciencia que desespera a sus afiliados y a los cargos que, como en el caso de Getafe, ganaron las elecciones del 2015 aunque fueron relegados a la oposición por los pactos de la izquierda. Desde finales del otoño se viene especulando con el anuncio de los distintos candidatos a las municipales; no existe ruido de sables pero a estas alturas del calendario sí hay inquietud en algunos municipios de peso como Getafe, Fuenlabrada o Leganés. Igual que en la mayoría de las poblaciones de la región si exceptuamos algunas con gobierno popular como Alcobendas o Alcorcón; ni Rubén Maireles, ni Sergio López ni Miguel Ángel Recuenco están confirmados oficialmente, aunque tampoco hay nada que indique la designación de otros candidatos, paracaidistas o cuneros. Quizás, desde fuera de la estructura del PP, se puede pensar que tanto Maireles como López serán finalmente los candidatos en Getafe y Fuenlabrada; además de haber ganado las elecciones a presidentes del partido a nivel local, han proyectado una imagen que conecta con los ciudadanos y han ejercido la oposición de una manera rigurosa, cercana y atenta a las necesidades y problemas de los vecinos. «Nadie ha dicho que no vayan a ser los elegidos», coinciden en el entorno de los actuales responsables y futuribles candidatos.
El caso de Recuenco en Leganés es el que más contradicciones produce. Una ‘oposición’ pactista durante toda la legislatura, ‘vendida’ al gobierno local del PSOE por extraños intereses, ha deteriorado la imagen del PP de Leganés, confundido, desdibujado, alineado la mayor parte de las veces, sobre todo en temas conflictivos, con su rival y antagónico ideológico. De cualquier manera, no nos atrevemos a sentenciar que siempre será mejor para Leganés un mal Recuenco que un buen paracaidista, como fue el caso de la anterior candidata popular en tierras pepineras, la efímera Eugenia Carballedo, un remake bochornoso de ‘novia a la fuga’. Parece que no gusta Miguel Ángel Recuenco a los nuevos responsables regionales y nacionales para intentar el asalto a la alcaldía de Leganés y desequilibrar el cuádruple empate a ediles de este complicado Consistorio, pero tampoco hay cola para recoger el guante. Se habla, incluso, de regresar a tiempos pretéritos con una segunda temporada de Guadalupe Bragado, ‘la [alcaldesa] breve’. Lo complejo del tablero leganense, las encuestas realizadas y las escasas expectativas de que un nuevo candidato con más luces que Recuenco gane a ULEG, al PSOE, incluso que sobrepase a Ciudadanos, da opciones y permite aventurar que el candidato popular en Leganés será finalmente, y por desgracia para los votantes del PP, Miguel Ángel Recuenco. Los rivales lo celebran. Y a vivir que son tres días.
Dejaremos a un lado la candidatura de los populares a la alcaldía de Fuenlabrada; parece más que probable que sea Sergio López, sin contrincantes que sepamos; las encuestas que se han conocido referidas al municipio fuenlabreño llegar a estimar, incluso, con los tiempos que corren, la mayoría absoluta para el PSOE de Javier Ayala, al margen de la marcha de Manuel Robles. Ese panorama se pone cuesta arriba para cualquier candidato cortoplacista que no quiera remar durante años. ¿Quién quiere quitarle el puesto a López para perder y marcarse un ‘carballedo’?
Pero ¿qué pasa en Getafe que hay tanto movimiento, tanto rumor y más de un candidato que aspira a colocarse al frente de la candidatura del PP? Que sepamos son dos los que, a pecho descubierto y brazo partido, pretenden apartar como candidato al sucesor de Juan Soler y actual presidente del PP de Getafe, Rubén Maireles. En todos esos intentos se intenta obviar y eludir la opinión de los ediles electos en el municipio, a los cargos orgánicos del partido, y a la opinión de los militantes en las recientes elecciones a la presidencia local, una votación que además servía de primarias ineludibles, orgánicas y democráticas.
Sin embargo, hay que volver a las encuestas y a las expectativas para analizar los fantasmas que reaparecen por la sede del PP de Getafe. ¿Vuelve el candidato paracaidista o cunero? No es probable pero sí hay intentos de subirse al avión para tirarse hasta la Plaza de la Constitución, sin pasar por la calle Jardines. Hay un silencio espeso en el PP de Getafe, tan cuajado de inquietud que podría cortarse en lonchas. Nadie quiere hablar ni por asomo, ni con la promesa de la confidencialidad. Solo se oye, desde fuera, el rumor de la contienda política, del brazo partido por hacerse con las riendas de una candidatura que podría desbancar a la sectaria Sara Hernández de la alcaldía. Se valora por una parte el liderazgo revalidado de Maireles, su trabajo y tesón, con las ínfulas y el solo mérito político de los aspirantes de estar adscritos al bando del ganador de las primarias nacionales. Bien es cierto que Maireles erró en su apuesta en la disputa entre Soraya Sáenz, Dolores de Cospedal y Pablo Casado. Quizás tenía que haber hecho más caso a la intuición de Juan Soler y la de Mirene Presas, pero esa posición en un momento puntual y convulso no es óbice para devaluar el trabajo realizado durante años y su fidelidad al partido. Maireles ha realizado —pensamos honestamente, sin compromisos sospechosos ni intereses bastardos— un gran trabajo en la única oposición realizada al gobierno de Sara Hernández; tiene buena imagen, trabajada a fuerza de contacto directo con vecinos y comerciantes. No hay guerra aún pero saltan chispas en los corrillos políticos, con un trasfondo de puñaladas, cerca del ambiente de las tragedias de Shakespeare que retratan las pasiones del alma humana; ambición, codicia traición y poder.
A diferencia de la complejidad del tablero político de Leganés, en Getafe se percibe una cierta claridad. PP y PSOE podrían disputarse la victoria en las urnas, con una pequeña diferencia, sin que parezca clara la victoria de una u otra candidatura. Hay que valorar que el PSOE gobierna, mal, pero gobierna como valor añadido en términos electorales; el PP, por su parte, ya le ganó los anteriores comicios al PSOE aunque no accedió al gobierno municipal por el pacto del PSOE con Ahora Getafe; un pacto inútil que ha hecho perder la legislatura entre incumplimientos y desaires añadidos a una mala gestión de la cosa pública. Al margen de la victoria final en las urnas, quedará por decidir quién tendrá los votos suficientes para hacerse cargo de la alcaldía, siempre en función del reparto de concejales del resto de partidos; izquierda contra derecha, y ambas contra la Ley d’Hondt. Las fracciones y divisiones del espectro electoral podría facilitar un cambio de gobierno en la capital del sur. El partido de Albert Rivera, por su parte, llega con una cierta ventaja para hacerse con el tercer puesto aunque no sería suficiente para inclinar la balanza hacia el azul o hacia el rojo. La división y fragmentación de las opciones políticas a la izquierda del PSOE, con Podemos, Izquierda Unida, Más Getafe [o como se llamen los errejonistas], Actúa, Equo, Trotskistas y alguna que otra escisión más, supondrá una dispersión de los votos y una disminución de la representación de la fracasada confluencia actual [Ahora Getafe], seguramente insuficientes para otorgar un nuevo mandato a Sara Hernández. Y para completar el arco plenario, que nadie olvide al partido de Abascal, el nuevo actor político que entrará con toda seguridad en el salón de sesiones. Con esos parámetros se podía augurar un gobierno, sino tripartito, sí de PP-Ciudadanos con el apoyo implícito de Vox. Hasta ahí es fácil, ya ha pasado.
Observando los vaivenes de la opinión pública, de sus preferencias y del futuro que se precipita, las encuestas internas, la necesidad de agarrarse a un cabo o la intuición para elegir escenario, han sido varios los aspirantes que quieren ocupar el ‘trono’ del PP de Getafe, intentando recoger sin esfuerzo el trabajo de los concejales, de la actual dirección, del presidente local del partido y de la ilusión de los militantes por el proyecto del presidente electo, Rubén Maireles. A la incertidumbre colabora siempre la política de pasillo y bandos que se origina en cada elección de cargos como ha sido la victoria de Pablo Casado. Como en cualquier ejército, las huestes ganadoras, siempre, prestas al botín, reclaman su parte o recompensa.
El primero que se ha lanzado a la aventura, extendiendo rumores sobre su regreso a Getafe como el hijo pródigo, ha sido Carlos González Pereira, presidente del PP local antes de la llegada de Juan Soler. Su aparente defenestración y desaparición del espectro político getafense fue compensada con su inclusión en la lista de diputados de la Asamblea de Madrid. Actualmente es Director General de Atención a la Dependencia y al Mayor de la Comunidad de Madrid, un cargo que tiene en mayo su propia fecha de caducidad, razón suficiente para volver a pensar en Getafe como refugio de oro para su jubilación.
Carlos González Pereira, de arraigado abolengo getafense, nació en 1967. Dice su perfil en el portal de transparencia de la Comunidad de Madrid que «estudió Arquitectura en la Universidad Politécnica de Madrid», aunque —piense el lector— debió estudiar poco, porque no es arquitecto ni mucho menos. Es una información sesgada e incompleta que se especifica de forma más correcta en el currículo que exhibe la página web de la Asamblea de Madrid. Carlos G. Pereira no es arquitecto, aunque se da por cierto entre los que le conocen que, a lo más, estudió delineación o que solo cursó algunas asignaturas de arquitectura técnica. ¡Cosas de políticos, añadirse estudios o títulos inexistentes! Al margen de la política, solo ha conocido la venta [logística y distribución] de chorizos y jamones de su familia y algún contacto con el ‘universo’ empresarial de Felipe González, ‘el lechero’ de Getafe. En 1995, año en que fue elegido concejal de Getafe, empezó a recorrer una carrera política mediocre con la única expectativa sobresaliente de vivir costa del erario público.
Sus relaciones con el empresario de la construcción y la comunicación mencionado le han provocado, ‘al cabo de la calle’ y de los años un varapalo, suave y breve, pero contundente y a la postre, definitivo, provocando un pequeño sarpullido en el orgullo de Pereira, así como la chanza y la diversión en sus adversarios y contrincantes, sobre todo en uno de ellos. Son mayoría los periodistas locales, los comentaristas de poca monta que les acompañan y rellenan galeradas vanas e insustanciales, los aficionados a la actualidad del facebook, ignorantes de los lazos que unen a los protagonistas de la anécdota en el pasado, los que piensan que Felipe González le atizó a Carlos González para defender a Rubén Maireles. Lejos de la realidad. Tampoco la versión de que Juan Soler quiere imponer en Getafe a un candidato de fuera, ajeno al entorno del Partido en Getafe. Ignorantes; o, quizás, tan listillos que dan por tonto a Soler, cuando les pasa intelectualmente de largo. Pero Juan Soler está lejos de Getafe, desinteresado en esta plaza que fue suya, ocupado actualmente como portavoz del PP en el área de Cultura del Senado y pendiente de lo que necesite y decida Pablo Casado; y si hubiera una plaza para Bruselas…
El caso es que el artículo del [periódico del ] lechero fue ‘trending-topic’, tema destacado del cotilleo de pasillo y enlace compartido entre los delegados madrileños que asistían a la convención nacional del PP celebrada el pasado fin de semana. Y, sin tener que acudir a historias lejanas en el tiempo, traiciones y otras dentelladas o mordidas, el lechero acabó de un rabotazo con la aventura del aspirante. Solo ha tenido que abrir las fauces y recordar [con sus colmillos] que ‘resucitar’ a Pereira sería un error gravísimo y un retroceso al pasado. Y, estando de acuerdo, añadimos que sin la capacidad [intelectual] suficiente —de la misma manera que la actual alcaldesa socialista— para regir un Ayuntamiento como Getafe. Ya veremos la reacción del lechero cuando se entere de la personalidad del otro aspirante a regir los destinos del PP de Getafe.
No solo está jodido y pendiente de encontrar un agujero el pobre Pereira. Cualquiera se imagina lo que viene; si no eres diputado regional, con lo caras [por lo escasas] que van a resultar las actas; no se sabe si habrá gobierno o no, se ignora —aunque se sospecha— que en el mejor de los escenarios solo se dispondrá de la mitad, o menos, de los puestos a repartir,… En términos institucionales, se va a producir un auténtico aluvión de políticos en paro, una cascada de exdiputados y altos cargos que necesitarán acomodo. Y en ese escenario de escasez de sillones es donde aparecen los ayuntamientos, las empresas públicas y los cargos de confianza como lugar paradisíaco y tabla de salvación personal, reserva para aguantar hasta tiempos mejores. Por lo demás, Carlitos pertenece a un pasado muy lejano, teñido de gris y con la pátina amarilla. Caduco.
La anécdota está protagonizada por el propio González Pereira que, enfadado en sobremanera, mostró su frustración como aspirante fracasado y advertía del futuro del partido en Getafe a uno de los asistentes a la reciente convención del Partido Popular. —¡Ahora sí os vais a enterar! —dándole palmaditas irónicas y falsamente cariñosas en la espalda. —¡Lo habéis conseguido, ya tenéis un nuevo candidato. Con poco esfuerzo, con un único soplido del animal feroz, se ha desplomado el edificio [político] que había trazado Pereira en su horizonte. ¿Pero quién era ese nuevo aspirante a encabezar el PP de Getafe al que se refiere, casi, como su sustituto aspirante, como un castigo del Señor para los getafenses por haberle descartado?
El intrépido paracaidista que ha aparecido tras el rastro de Pereira es otro viejo conocido; al igual que él, ha sido concejal del Ayuntamiento de Getafe. Se trata de Manuel Ortiz Lázaro, aunque prefiere que le llamen ‘Manu’. Ortiz Lázaro resultó elegido concejal del Ayuntamiento de Getafe como integrante de la lista que encabezó Juan Soler en el año 2011. Sin embargo, las relaciones personales y políticas entre ambos no acabaron precisamente bien. La pelea entre Juanita y Manuela acabó en con una severa decisión del entonces alcalde popular retirándole todas las delegaciones. Desahuciado [políticamente] de Getafe, dirigió sus pasos hacia otro destino. En los anteriores comicios, Manu recaló en la lista [del PP] de Majadahonda bajo las órdenes de Narciso de Foxá. Tampoco lo ha llevado bien. El pasado mes de noviembre, el primer edil majariego cesaba a Manuel Ortiz de sus competencias en Seguridad Ciudadana. Las difíciles relaciones del edil con la policía local fueron el detonante que empujó a Foxá a quitarle poder.
Sin embargo, Manu Ortiz, integrado en las huestes de Pablo Casado, sigue siendo segundo teniente de alcalde en el Ayuntamiento de Majadahonda. Ahora, ,crecido con esa victoria, ha trepado hasta un lugar cómodo para la política de pasillo en el PP regional. Resulta sorprendente que teniendo la posición que tiene en Majadahonda esté conspirando para hacerse, en una paradójica pirueta, con la titularidad de la candidatura del PP en Getafe, un municipio que —según sus allegados— siempre ha despreciado.
Dicen las malas lenguas de Majadahonda — siempre off the record, con la prevención del anonimato, que Manu Ortiz es «muy caprichosa, narcisista y soberbia». Bueno, piense el lector que el género utilizado no tiene ni mucho menos connotaciones homófobas, despectivas ni, por supuesto, está errado; sencillamente los que le conocen, le adjudican el carácter manido por el cliché cinematográfico de la ‘femme’ fatale, enamorada de ella misma, rebelde y ambiciosa. No parece el personaje un valor seguro para arriesgar Getafe definitivamente, y por extensión, perjudicar la candidatura regional.
Dice nuestra interlocutora majariega que ‘Manu’ Ortiz habla mal de Narciso de Foxá, el alcalde de Majadahonda; habla mal de la recién candidata regional, Isabel Díaz Ayuso, a la que tacha en privado de ‘inútil’. ¡Como están las hormonas femeninas! Nuestra amiga le disculpa tras asegurar que, en realidad, Manu habla pestes de casi todo el mundo; no se libra Almeida ni —aunque sea parte de sus filas— el propio Pablo Casado. Y por supuesto habla mal del resto del universo, de Juan Soler, de José Luis Vicente Palencia, de Rubén Maireles…. ¿Y su futuro? «Aquí, en Majadahonda lo tiene mal, —asegura otro edil—. Ha acabado fatal con el alcalde; tiene la tendencia a pelearse con sus jefes o a disputar con malas artes el espacio político de los demás. Además, la retirada de Foxá de la alcaldía, no le beneficia. Se asegura que el candidato de Majadahonda es «uno de los secretos mejor guardados del PP de Madrid».Y no da pinta que Manu Ortiz esté incluido en los planes de ese enigmático candidato.
En Getafe nadie quiere hablar de esta disputa o ambición. A pesar de no estar confirmado, ni relevado, en la responsabilidad de liderar al PP en las próximas elecciones locales, Rubén Maireles sigue trabajando, representando el valor más seguro para esta formación, fuera de aventuras, paracaidistas o de la imposición de candidatos foráneos. La tentación de enviar a un cunero no debería ni siquiera plantearse y menos convertirse en moneda de cambio para satisfacer servicios prestados ni egos personales. El exconcejal del Ayuntamiento de Getafe es parte de una especie más propenso a moverse por el barrio de Salamanca, a lucir por Majadahonda o a maquinar en Pozuelo que a trabajar por Getafe; es una mala opción que restaría votos a la candidatura local y, por extensión, a la regional. No solo está en juego la alcaldía de Getafe o la de Leganés. Los resultados en la corona metropolitana pueden dar o quitar el gobierno de la Comunidad de Madrid. Y no descubro nada.