El 8 de diciembre la iglesia Católica celebra el día que san Joaquín dejó preñada a santa Ana de su hija María, nueve meses más tarde, el 9 de septiembre se celebra su nacimiento.
Al contrario que la Inmaculada, la Constitución de 1978, no fue concebida sin pecado, limpia de polvo y paja. La Constitución de 1978, tan humana ella, fue concebida con la voluntad de hacer posible que los españoles pudiéramos entendernos entre nosotros mismos.
♦ Si vas a Salamanca no dejes de visitar la iglesia del convento de las agustinas y contemplar el cuadro de enormes proporciones que preside el altar mayor. El cuadro es una Inmaculada Concepción pintada por José de Ribera en 1635. Dicen que así como el convento lo mandó construir el conde de Monterrey para su hija que se hizo monja agustina y acabó ejerciendo de priora, el templo se levantó para que fuera el marco de tan extraordinaria pintura. Si vas a Salamanca, no te lo pierdas. El cuadro representa a una joven y hermosa muchacha, flotando en los aires, lanzada hacia delante por una fuerza irresistible. A sus espaldas ha ocurrido algo terrible. Una gran explosión. Como si todo el arsenal atómico que en la actualidad hay en el planeta Tierra hubiera estallado de pronto, poniendo fin a la historia de la humanidad. Por supuesto que en el siglo XVII todavía no se había fabricado ninguna bomba atómica. Todo ello para resaltar que María, la madre de Jesús de Nazaret, puesto que Jesús era el Hijo de Dios, había sido concebida sin pecado, inmaculada, sin mancha ella sola entre todas las demás mujeres. No solo las mujeres, también los hombres. No podía ser de otra manera. Por eso el papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854 declaró con toda solemnidad: “Definimos, afirmamos y pronunciamos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original desde el primer instante de su concepción, por singular privilegio y gracia de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Cristo-Jesús, Salvador del género humano, ha sido revelada por Dios y por tanto debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles. Por lo cual, si alguno tuviere la temeridad, lo cual Dios no permita, de dudar en su corazón lo que por Nos ha sido definido, sepa y entienda que su propio juicio lo condena, que su fe ha naufragado y que ha caído de la unidad de la Iglesia y que si además osaren manifestar de palabra o por escrito o de otra cualquiera manera externa lo que sintieren en su corazón, por lo mismo quedan sujetos a las penas establecidas por el derecho”. Pero ya desde 1644, el 8 de diciembre, en España se ha venido celebrando esta fiesta como si tal cosa. Los españoles, lo sabe todo el mundo, somos más papistas que el papa.
Al contrario que la Inmaculada, la Constitución de 1978, no fue concebida sin pecado, limpia de polvo y paja. La Constitución de 1978, tan humana ella, fue concebida con la voluntad de hacer posible que los españoles pudiéramos entendernos entre nosotros mismos. Si la joven del cuadro solo tuvo por padre a san Joaquín que hizo lo que pudo sin saber lo que hacía, nuestra Carta Magna tuvo un buen número de padres que con más o menos buena voluntad consiguieron ponerse de acuerdo. Los españoles, más que una Constitución inmaculada, sin mancha, necesitábamos una buena dosis de reconciliación aunque fuera a trompicones. Había que tragarse algún que otro sapo y nos los tragamos. Pero la justicia al contrario que una Constitución tiene que ser inmaculada, tiene que ser desde que es concebida hasta que es aplicada sin mancha, sin sombras y sin trampas. Y eso en 1978 no se consiguió, le pese a quien le pese. Esta Constitución y este país está necesitando algo más que un buen lavado de cara.
De momento la fiesta de la Constitución y la fiesta de la Inmaculada, una fiesta que, por cierto es anticonstitucional, se han convertido en el absurdo puente de la Constitución o mejor dicho de la Inmaculada.