DIARIO DE UN JUBILADO

El precio de la hepatitis C

Más de un fondo buitre anda planeando desde las alturas para lanzarse a cie-gas y en picado sobre los hospitales públicos de la Comunidad de Madrid

♦ Los enfermos de Hepatitis C de la Comunidad de Madrid viven estos días de Semana Santa con la esperanza de que les van a suministrar, a partir del uno de abril, el medicamento de nueva generación que les pude curar de una vez por todas, la grave enfermedad que padecen. De momento, tan solo a los que están en la fase más alta, los F-4, es decir, los que tienen el hígado más daña-do por la cirrosis. Esperan que su hígado, como si fuera un milagro, una vez eliminado el virus asesino se regenere como por arte de magia. De ilusión lo mismo se vive que se muere. En Leganés, hay más de sesenta enfermos de hepatitis C en F-4 esperando este milagro.

Y si no fuera así, y si fuera una vez más una falsa promesa que pone en cuestión la vida de la personas, ¿quién es el culpable? Lo que está claro es que el responsable –no confundir culpable con responsable–es el Gobierno de la Nación y las comunidades autónomas, entre otras la Comunidad de Madrid, la nuestra, la de todos los madrileños pero menos.

El gobierno madrileño durante meses no ha tenido escrúpulos en mirar hacia otra parte mientras se le morían sus enfermos afectados por la hepatitis C. Esto es algo que además de responsable le hace culpable. Salvar las vidas de estos enfermos era tan sencillo como suministrarles unas pastillas costaran lo que costaran. ¿Quién es capaz de ponerle un precio a la vida? Sin el dere-cho a vivir para nada sirven los demás derechos, ni el de reunión, ni el de aso-ciación, ni el de expresión, ni el de trabajar ni tampoco el de la vivienda, ni tan siquiera el derecho a la salud, en definitiva ninguno de los artículos incluidos en la Carta de los Derechos Universales. Al final tan sólo nos queda el de-recho a morir dignamente, un derecho que, hoy por hoy, dista mucho de estar legalmente reconocido.

A todos los responsables y culpables que les niegan el derecho a la sa-lud y a la vida a los enfermos de hepatitis C, habría que enterrarles en la mar, plagiando a Rafael Alberti: “A cabalgar, a cabalgar, hasta enterrarles en la mar”, como cantaba a Alberti Paco Ibáñez.

El plan aprobado por el ministro de Sanidad pretende que las comunidades autónomas se hagan cargo del hipotético coste de esta medicina y corran con el precio impuesto en el mercado por la farmacéutica a la que no me caben prendas en calificar de asesina. Un precio desproporcionado, disparatado, incomprensible.¿Quién puede entender tanto dislate? ¿Por qué no hacen nada nuestros gobiernos con la Unión Europea a la cabeza?

Y para complicarlo más, la Comunidad de Madrid quiere que sean los hospitales públicos madrileños quienes se hagan cargo del coste de estos me-dicamentos. Era de justicia, indudablemente, alguien se tenía que hacer cargo de poner el dinero sobre la mesa. Uno, que no puede pensar nada bueno de quienes nos gobiernan en Madrid, se teme que lo que buscan es, primero arruinar a los hospitales públicos para después ponerlos a la venta, el camino más corto para privatizar la sanidad pública madrileña. Más de un fondo buitre anda planeando desde las alturas para lanzarse a ciegas y en picado sobre los hospitales. Tenía razón Alberti: A cabalgar, a cabalgar hasta enterrarles en el mar.Eso sí, con el voto en las urnas.

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