Fueron muchas la mujeres del periodo republicano que decidieron dedicarse a la educación pública con gran vocación. A ellas, que asumieron voluntariamente un compromiso consciente con la igualdad social y de género, normalmente se las olvida y se desconoce, por completo, la labor que hicieron y las enormes dificultades que tuvieron que enfrentar y que vencieron para dedicarse a la labor docente
Julián Puerto Rodríguez
Somos incapaces de dar testimonios fehacientes que puedan justificar el hecho que supuso que un régimen democrático, que levantó tantas esperanzas en el conjunto de la sociedad española, finalizará con un golpe de estado y que este provocara una guerra civil entre hermanos.
La educación democrática de la sociedad española en particular y la cultura general básica, en general, brillaron por su ausencia desde que los Reyes Católicos tuvieron la “genial” idea de expulsar a judíos y árabes de los reinos y condados de España. Tuvimos que esperar al final del siglo XX y principios del siglo XXI, para vivir el acceso universal de las clases trabajadoras a los estudios medios y universitarios, para conocer una instrucción universal generalizada.
Vivimos la etapa democrática más larga de la historia de España no exenta de altibajos en el respeto a los derechos constitucionales, humanos, sociales y laborales. Un periodo de libertades que ha supuesto, digan lo que digan, no sólo la modernización del país, sino también tomar por bandera el derecho a la educación de las clases trabajadoras.
Es esto algo que ahora se pone en duda de manera permanente. Se aprovecha la crisis económica para deteriorar la enseñanza pública en todos aquellos aspectos de avance impulsados por los movimientos de renovación pedagógica. Se encarece la enseñanza universitaria y se privatiza su acceso, negando las suficientes ayudas becadas a los estudiantes necesitados.
Los residuos autoritarios que todavía subyacen, como poso a una larga historia de opresores y oprimidos que diría Pablo Freire, dan alas de nuevo a unas clases sociales acomodadas e instruidas frente a otras empobrecidas y analfabetas.
Hasta este momento, todo intento de los españoles por conseguir una soberanía popular, desde el constitucionalismo liberal, chocó con el autoritarismo de las monarquías absolutistas y la intransigencia de las clases dominantes.
La convivencia entre los diferentes pueblos y sus gentes ha brillado por su ausencia desde que los romanos y los árabes, en el respeto a las culturas vernáculas, convivieran con vetones y lusitanos o con cristianos y judios.
Por mucho que las crónicas castellanas vistan de color rosa una historia plagada de guerras, no deja de entreverse en ella el dominio de los unos sobres los otros y un cierto espíritu carpetovetónico.
Desde el despotismo feudal, pasando por la hegemonía de la aristocracia, la burguesía, los terratenientes y los caciques, hasta llegar al dominio del capitalismo descarnado, aquí el obrero, el trabajador, nunca ha levantado cabeza. Lo peor de todo es que al que lo ha hecho, se la han cortado.
Pero ni con todo eso pudieron evitar que tres códigos sagrados permanecieran constitucionalmente por encima del resto. La constitución de Cádiz de 1812, popularmente conocida por La Pepa; la constitución republicana de 1931, que emprendió grandes reformas, y la constitución de 1978, por su larga vigencia.
La alegría popular de aquel 14 de abril de 1931 no hizo jamás pensar que todo tendría un dramático desenlace por la incapacidad de algunos para comprender que en la diversidad ideológica se encuentra la igualdad de todos. El pensar distinto nos hace a todos iguales, porque en la reflexión se encuentra el verdadero camino a seguir según el criterio mayoritario de todos, frente a la decisión absoluta.
Todavía queda mucha gente que no sabe, seguramente porque no se les ha explicado bien, que en la Segunda República Española se alternaron los gobiernos de derechas y de izquierdas. Estas personas lo porfían todo al predominio de un Frente Popular que apenas tuvo tiempo de constituirse en gobierno de la Nación. Es más se llevan las manos a la cabeza cuando se habla de republicanos de derechas.
Se olvidan que, tras el breve periodo del Gobierno Provisional de transición, presidido por Alcalá Zamora, del que formaron parte republicanos de derechas y de izquierdas, si bien le siguió un bienio reformista (1931-1933) formado por republicanos de izquierda y socialistas, luego lo fue también un bienio radical de derechas (1933-1936) formado por miembros de la Confederación Española de Derechas Agrarias (CEDA).
En aquellos tiempos republicanos, las Maestras de la República, que luego serían brutalmente reprimidas, se aferraban a la reforma educativa. Esta desplegó un amplio programa de construcción de escuelas y contratación de maestros en una España prácticamente analfabeta. Una educación mixta impartida por 7.000 maestros y maestras, edificada sobre 6.750 escuelas, con la religión fuera de las aulas.
Cuando llegó a mis manos el documental “Las Maestras de la República”, comprendí que estas fueron una parte importante de una sociedad que lo único que pretendía era sacar a España del subdesarrollo y del grado tan importante de analfabetismo que existía.
¿Qué tiene que ver el empeñar tu vida por una educación pública, moderna, gratuita y laica, por muy inspirada que estuviera en la Institución Libre de Enseñanza, con los avatares de la política?. ¿Qué tiene que ver el pensar diferente para que unas maestras sean vejadas, encarceladas, violadas y ejecutadas?
¿Es qué acaso no tendría que haber sido un orgullo la puesta en marcha de toda una reforma educativa a pesar de la crisis económica provocada por el crack de 1929? ¿Es qué no hubiese sido deseable el apoyo unánime del Parlamento, cuando se llegó a pedir el préstamo de 400.000.000 pesetas para la construcción de escuelas?
Por todo esto, el 14 de abril no es un día cualquiera. Aprovechemos estas fechas para volver a ver este documental “Las Maestras de la República” (2). Recordemos lo que supuso este esfuerzo educativo de la Segunda República Española. Montemos cine-fórum que permitan la tertulia amena, el intercambio de opiniones sobre un tiempo en que se pusieron las bases para la igualdad social y de género, el acceso de la mujer a la enseñanza superior, la enseñanza mixta, gratuita y laica, el respeto a que la religión se enseñe fuera de las aulas.
Aprovechemos para visitar, desde el día 14 de abril al 2 de mayo, en el Espacio Mercado de Getafe, la exposición «La escuela de la República. Memoria de una ilusión»(3). Expuestas una serie de ilustraciones realizadas a lápiz, para orgullo de la recuperación de la memoria de unos años de esfuerzo en lucha por una educación que, repito, intentó erradicar el analfabetismo. Aprovechemos para leer o releer el libro homónimo y viajemos por la escuela de la Segunda República Española (4).
Que sirva, al menos, para comprender que todo lo que tenemos ahora no es un regalo llovido como maná del cielo. Que lo que se gana se puede perder con facilidad. Que se necesitan gobiernos sensibles a la igualdad, al acceso de todos y todas a la educación como alma de la democracia, a la escuela pública, laica y gratuita. No todos son iguales.
Repasemos, sin mediadores, las páginas de la historia reciente de la Segunda República Española.
1.- Barreira, J /Esteller, J. “La República Española”. Litografía S. Durá. Detalle. Colección Biblioteca Nacional de España. Valencia 1931.
2.- “Las Maestras de la República” es un documental de FETE-UGT enseñanza, producido por Transit Producciones SL. 2013, en recuerdo de las maestras republicanas que dedicaron sus vidas a la construcción de una educación basada en los ideales de igualdad, justicia y solidaridad. Ganador de un Goya 2014 al mejor largometraje documental.
3.- “La Escuela de la Segunda República. Memoria de una Ilusión”. Una exposición de FETE-UGT. Ilustraciones de María Luisa Vico Nieto
4.- Martínez Ten, Luz. “La Escuela de la República: Memoria de una ilusión”. Asociación los Libros de la Catarata. 2014.