Este escrito quiere reflexionar sobre la obligación de cambiar el modelo actual de hacer política. Tenemos que aclarar que el fin último de la política es el conjunto de ciudadanos, la política tiene que generar mejoras dentro de una comunidad de vecinos. Debemos hacer autocrítica, reconocer errores y pedir perdón cuando fallamos, los políticos son personas pero en ocasiones falta honestidad y compañerismo. Tanto dentro como fuera de un partido político hay “navajazos” por hacerse con el poder, prima eso a las ideas, a las mejoras o al trabajo conjunto en representación de las mayorías. No sabemos trabajar en equipo, pero ni políticos ni comunidades de vecinos, ni agrupaciones culturales, ni compañeros de trabajo…
Hoy en día tenemos información socioeconómica más rápida y fiable, con datos que nos dejan evidencias reales de las grandes desigualdades entre ciudadanos a nivel nacional y mundial. Actualmente tenemos un perfil de votante poco exigente, pero además, políticos poco preparados, sirva como ejemplo Donald Trump. España se ha sentado en un modelo poco reivindicativo, con políticos de corte empresarial quienes valoran los datos económicos por encima del bienestar social o el empleo, gestores a fin de cuentas que son incapaces de llegar a acuerdos.
La política actual no convence, no genera ciudadanos independientes políticamente hablando, empáticos, dialogantes, comprensivos o autocríticos. No hablo de ausencia de valores en la sociedad sino de una sociedad con valores erróneos. Estamos influenciados por los medios de comunicación, entretenidos gracias a los programas de la tv, YouTube, Twitter, Facebook…
Las generaciones actuales de políticos continúan con los mismos hábitos que sus antecesores, es decir, enfrentamientos dialecticos, y críticas feroces, da igual lo que haga el gobierno, si lo hace bien tampoco se le reconoce. A esto se debe sumar un nuevo canal para la crítica, las feroces Redes Sociales. Es nuestro deber construir un nuevo modelo, una nueva forma de hacer política donde los ciudadanos sean la piedra principal y donde no importen las siglas si no las personas. La crítica en campaña electoral es lógica pero fuera de ella durante la legislatura se debe colaborar y cambiar el marco haciendo posible la gobernabilidad en favor de los ciudadanos.
No vale de nada tener un asesor al lado de un político que este todo el día recordando lo bien que hace todas las cosas, tampoco vale que un líder viva en su burbuja rodeado de un sequito que le aconseja y “dora la píldora”. Proponer nuevas vías de actuación es el cometido final de la crítica, ambos interlocutores deben dialogar enviando mensajes claros y argumentando sus ataques y defensas. En sí la crítica sin una comunicación fluida tampoco tiene sentido.